La formación en riesgos laborales incluye el conocimiento de todas las posibles amenazas a las que un trabajador puede enfrentarse en el desempeño de su tarea.
Estas amenazas no solo son de carácter físico, sino también psicológico, y los responsables de éste área deben contar con una base de conocimientos lo suficientemente amplia como para poder detectar este tipo de problemas menos visibles.
Uno de ellos es el denominado “síndrome del trabajador quemado”, un fenómeno que la OMS no clasifica como enfermedad, pero al que da la calificación de fenómeno ocupacional. Por lo tanto, entra dentro de la responsabilidad de los técnicos de prevención de riesgos laborales.
El síndrome del trabajador quemado está relacionado con la inadaptación de un trabajador a la tarea que desempeña, produciéndole ésta unos síntomas de estrés y angustia que lo hacen poco competitivo.
La dificultad en torno a este problema radica en detectar si el orígen de esta situación lo produce la tarea en sí, o alguna parte en concreto de ella. Pero la realidad es que desde el punto de vista de la empresa no deja de ser un fracaso asignar a una persona la realización de un trabajo y que éste termine por provocarle secuelas psicológicas.
Por lo general, el motivo más frecuente que origina este problema es el trato personal, es decir, es mucho más difícil que un trabajador que no tiene contacto con otras personas lo experimente a que lo haga alguien que interactúa continuamente con la gente, ya sean estos personas de su trabajo o no.
La formación en riesgos laborales debe ser capaz de ofrecer al profesional las herramientas para prevenir y/o corregir situaciones de este tipo, de las que en ocasiones se minusvalora su impacto sobre el trabajador.
